Los conocedores de la historia del whisky en Escocia estarán al corriente de que ya se destilaba uisge beatha (agua de vida) desde mucho antes del Siglo XV, oficialmente con "fines medicinales". A partir de la unión de Escocia con Inglaterra en 1707 prácticamente todos los destiladores pasaron a la clandestinidad por los abusivos impuestos de la nueva Excise Act hasta que, en 1823, se implantó una nueva ley basada en la obtención de una licencia y en el pago de impuestos más "razonables" cesando así una larga tradición de contrabando y de pintorescas escaramuzas con los agentes de la antigua ley. La destilería de Glenmorangie, situada cerca de la población de Tain en las Tierras Altas de Escocia en una antigua cervecería que ya destilaba ilegalmente desde unos cien años atrás, obtuvo su licencia en 1843. En la subsiguiente remodelación se instalaron dos alambiques usados procedentes de una vieja fábrica de ginebra. Estos alambiques, con sus cuellos de 5,1 metros de altura, son anormalmente altos para la tradición del whisky pero demostraron que producían un destilado de malta más ligero y puro por lo que desde entonces y hasta hoy Glenmorangie sigue empleando el mismo tipo de alambique. Glenmorangie fue la primera destilería que utilizó vapor de agua en lugar del habitual carbón para calentar los alambiques, lo cual evita los sabores desagradables que se producen por la ebullición violenta en las paredes cuando hay un calentamiento desigual. Actualmente hay ocho alambiques que deben substituirse cada 15 años, haciéndolo con copias exactas para evitar el riesgo de alterar la calidad del destilado. Glenmorangie embotella whisky de una única malta pero parte de su producción se destina a mezclas (blends) de otras marcas de la compañía.