La plaza del Diamante

Mira. Saluda. Sonríe. Asiente… Vive siendo infeliz. Ésta es la vida. La vida que te ha tocado vivir.

Es una Barcelona donde no se desayuna con diamantes. Una Barcelona sombría y dulce, fría e inquieta, durmiente pero sumida en los focos de una palpitante vigilia. Solamente queda del recuerdo el anhelo de un tiempo feliz, el recuerdo triste de una vida que nunca ha sido la vida esperada. Qué difícil es vivir…Es un camino arduo, empedrado, en el que te mueves a trompicones y en el que la lucha contra la inexorabilidad del destino siempre resulta infructífera.

La miseria, la guerra, la soledad, se ocultan bajo la elegancia de un estilo emocionantemente simple que no pasa desapercibido. El dolor se maquilla bajo las palabras de Colometa, paloma enjaulada al más puro estilo donjuanesco. Lo triste se entreteje en la red de las palabras más dulces. Es un ave sin alas, un ave convertida en paloma, un animal humanizado y atrapado bajo las garras de la sociedad; una mujer deshumanizada perdida en una selva de la que no sabe cómo escapar. La ironía, simple, casi infantil, destapa cuidadosamente un mundo en el que se hace todo lo posible por intentar ser feliz. Colometa no es símbolo de la sociedad del republicanismo caído, no es el vehículo ideológico de su creadora, no es una luchadora, no es mujer autónoma e independiente. No es tótem del feminismo, ni se resigna a la vida de casada que le ha tocado vivir. No hay resignación porque no queda espacio para ella. Colometa es Colometa, es un personaje completo, independiente, que se aleja de los lugares comunes para convertirse en un ser humano; dulce, triste, contento, vital, soñador, sombrío…pero siempre, siempre humano…

No te duermas. Despierta. Levántate. Huye de lo feo. Déjate seducir. Estremece con tu paso los sinsentidos de la vida. No seas uno más. Forja tu camino a pesar del vendaval.