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Conversación en La Catedral

En un proceso narrativo reconocible en novelas como Rayuela, de Julio Cortázar, la obra se desarrolla con un único hilo conductor: las cuatro horas de conversación entre Santiago Zavala (Zavalita), periodista en el diario La Crónica y Ambrosio, antiguo amigo de su juventud. Entre palabras, silencios y alcohol, nos encontramos con dos historias individuales que paulatinamente se van intercalando con un retrato inigualable sobre el Perú de Odría; (general a la cabeza de un sistema dictatorial que se desarrolló desde 1948 a 1946), sobre su gobierno, su sistema político y sobre todo, sobre aquellos individuos anónimos que conforman la insatisfacción del colectivo social. La falta de libertad, la corrupción, la persecución política, la deturpación social y los prejuicios sociales son algunos de los temas que desfilan entre sus páginas. La sociedad que se representa entre sus páginas no es sino una masa doblegada que no se manifiesta como individuo porque no existe espacio para las libertades en el régimen de la alienación. La historia en minúsculas, la historia de los seres humanos anónimos se entremezcla con el retrato fiel y fidedigno de la realidad de la época. El miedo, la angustia, la injusticia…son emociones que el lector no puede evitar sentir. Es un relato emocionante y conmovedor sobre la necesidad del ser humano de ser un poco más humano, más libre, más feliz.

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No es, desde luego, una historia sencilla de leer, pero su encanto reside precisamente en el reto intelectual que el autor nos propone. La trama se desarrolla en torno a la conversación de dos viejos amigos en el bar La Catedral. A lo largo de la narración vamos lentamente descubriendo el pasado de ambos personajes, antiguos conocidos de juventud a los que la vida ha ido lentamente separando. Los saltos temporales, el estilo monologal, la alteración de los procedimientos narrativos convencionales conmueven y embaucan al lector desde los momentos más tempranos de la obra.

La importancia de la trama, sin dejar de tener trascendencia, se disuelve en un estilo narrativo único, en el que el lector se confunde, se pierde, se encuentra, en el que llegamos a perder el sentido, y sin embargo, hay una conciencia de autenticidad, de estar asistiendo a un estilo narrativo inigualable.
Su arquitectura estructural se construye partiendo de un desorden temporal que impide en ocasiones al lector saber en qué punto se encuentra. Sin embargo, bajo todo ese desorden temporal, encontramos un entorno de pesimismo y mediocridad del que resulta imposible escapar. La sociedad está corrompida desde los cimientos más primarios, y los ciudadanos que habitan esa sociedad tan sólo son marionetas de un poder que nunca vela por sus intereses. Lo único que queda es el pesimismo realista de quien contempla la realidad desde la perspectiva del cambio, desde la necesidad de regenerar la vida de una colectividad que parece encontrarse descompuesta desde hace mucho tiempo.

¿En qué momento se jodió Perú? ¿Cómo se ha llegado a esto? ¿Cómo hemos permitido que un mundo construido por el ser humano sea tan incompatible con la vida?
En un mundo violento e inhóspito lo único que nos salva es la palabra, la inteligencia, la capacidad de observar la realidad con una capacidad crítica. El cambio… probablemente llegará, mientras tanto, lo único que queda es la vigilia permanente, la esperanza, la búsqueda permanente de un futuro mejor.

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