ROBERT VEDEL VERDEJO CEPA VIEJA 75 cl

ROBERT VEDEL VERDEJO CEPA VIEJA 75 cl

Bodega: Herrero Bodega
D.O./Zona: D.O. Rueda
País: España
Tipo de vino: Blanco
Crianza: Sin crianza
Graduación (vol): 13%
Varietales: 100% Verdejo Pie Franco

10,00€

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A finales de los años 70 el vino blanco de Rueda era un vino gustoso, cálido, suave, con algunas notas rústicas. Como vino de lujo estaba el Dorado, memoria del blanco generoso del Siglo de Oro, considerado el vino de la Corte en la época de los Reyes Católicos.
El gusto del vino rancio es el atributo que le dio renombre, cuya culminación fue una Orden Real de 1911 en la que se declaraba al vino “Tierra de Medina” como un vino especial “similares a los de Jerez y Málaga”.

El vino antiguo de Rueda fue el primero que se cotizó más caro cuanto más viejo. La mayor parte de los vinos se vendían jóvenes, incluso los vinos de Jerez, que hasta el siglo XVIII salían de los puertos gaditanos recién fermentados camino de su destino inglés. Ciertos documentos del siglo XVI distinguen el vino “trasañejo” (muy viejo) del “añejo” (más de un año), mientras que al vino nuevo se le llamaba “mosto”.

Raíces ancestrales

En los siglos XVII y XVIII, así como en la época medieval, las uvas, rebosantes de azúcar y portadoras de unas levaduras potentes, se transportaban a los lagares más cercanos por medio de los “coritos”, obreros vendimiadores que llevaban la uva arropada en sacas sujetas a la frente con correajes de cuero.
Una vez la uva llegaba a la bodega, pasaba a los estrujadores de rodillo – accionados a mano mediante movimientos giratorios – donde se estrujaba. El siguiente paso correspondía a la tolva de la estrujadora. En ese momento, y a discreción, se añadía el espajuelo o sulfato de yeso.

El fruto permanecía así 24 horas, tras las cuales pasaba a una prensa de considerables proporciones conocida como “prensa de Alaejos”, donde la uva permanecía escurriéndose otras 24 horas, consiguiéndose así un mosto clarísimo.

Las fermentaciones eran largas y frías, facilitadas por el frescor de las profundas bodegas, a veinte metros bajo tierra. Como ayuda a la fermentación, se empleaba yeso y una práctica curiosa que consistía en golpear con un palo de madera los aros de las cubas con el fin de romper el equilibrio del carbónico.

Las clarificaciones se realizaban con la adición de arcillas o sangre, generalmente de toro o buey. La claridad o limpieza del vino se verificaba mediante un curioso procedimiento donde intervenía una pluma de gallina, cuyo cañón taponaba el pequeñísimo orificio de la cuba. Al retirar la pluma se permitía el paso de un chorro finísimo de vino que mostraba el grado de clarificación. El vino ya estaba listo para su venta y consumo.